Llevo corriendo unos tres años, y hasta este año no me había estrenado en el mundo de las carreras. Empecé con la carrera del Ebro, 30 km, porque se me fué la olla, y continué con la media de Zaragoza.
Y aprovechando el pack, me apunté la maratón de septiembre... Menudo jardín en el que me metía...
Una maratón es la carrera por excelencia, la carrera con mayúsculas, en negrita y subrayado. Han surgido otras muchas carreras mucho más duras (ultra trails de muchos más km, de mucho desnivel), pero una maratón tiene un encanto especial para cualquier runner que se precie, creo yo.
Después de superar los 30 km de la del Ebro, quise ir un poco más allá con 12 km adicionales. Admito que soy muy amateur, que no hago series, que a veces hago entrenamientos más largos de lo habitual, pero aparte de eso, no soy nada profesional. En la media sí que llevaba un pusómetro y velocímetro, que al menos me ayuda a controlarme en las pulsaciones...
Aquí voy a narrar un poco las sensaciones de ese gran día en el que pasé de una simple corredora a una finisher, ni más ni menos...
Llegó el día D. Me levanto a las 6 y cuarto de la mañana,
desayuno algo de zumo, una tostada y un par de plátanos. Estoy nerviosa y he
dormido poco. Salgo al rato, pillo el bus y el tranvía, donde ya me encuentro a
multitud de locos como yo con sus dorsales. Hablo nerviosamente con todo el
mundo, es mi primera vez y lo noto. Desembarcamos en el parque grande. La gente va en grupos, yo
voy sola y voy hablando con todo el mundo. Me siento desubicada y muy nerviosa.
Dejo la mochila en el camión que luego me la llevará a meta. Me pongo el
dorsal, visita al baño por si acaso, y a la salida me encuentro un amigo que
estuvo en la del Ebro. Saldrá a un ritmo calmado así que intentaré salir con él.
Noto un brazo en la espalda. Me vuelvo, es mi padre. Se me
iluminan los ojos y me da un subidón. Sabía que iba a venir, pero no me lo
esperaba tan pronto.
Pistoletazo de salida, conecto el pulsómetro y adelante…
Hablo un poco con mi compañero y me doy cuenta de que no
llevo el mp3. Espero no quedarme muy sola, porque en la media me ayudó a no
desesperar ni perder el ritmo. Veremos, 42 km dan para mucho…
Voy a un ritmo algo fuerte y me desligo de mi amigo. Intento
encontrar mi ritmo. Me engancho a una mujer y a un hombre, para él primera vez,
para ella la sexta, creo. Van a 6 minutos el km, ritmo razonable. Mi corazón va
demasiado deprisa, pero no le hago caso.
Mi padre sigue en el parque, ya que damos varias vueltas por
el mismo recinto. Me hace alguna fotografía y me aconseja que afloje. Bebo en
el primer punto de avituallamiento y en el segundo me preparo una isotónica
intentando no bajar el ritmo.
Cuando salimos definitivamente del parque, hemos recorrido
ya 15 km. Como sé que voy demasiado por encima de mis pulsaciones, decido bajar
el ritmo, lo que me implica desligarme de mis dos compañeros. Quizá sea un
error, pero no puedo arriesgarme. Aprovecho el avituallamiento y me tomo el
primer gel para evitar que me dé una pájara o que venga el señor del mazo…
En el km 20, cuarto avituallamiento, camino para poder comer untrozo de plátano y beber. La media (21 km) la alcanzo tres minutos por encima de la media de marzo. No está mal del todo... Decido tomar un sobre de magnesio para minimizar los calambres, pero creo que es tarde,
Tomo Echegaray y Caballero, ahí vuelvo a ver al incondicional de mi padre, que vale más
que todos los geles y bebidas isotónicas juntos. Me pregunta que qué tal voy,
está preocupado por si me colapso. Entro en el Caso Histórico, paso por
callejuelas, y hay mucho ambiente en la calle. Quinto
avituallamiento, esta vez opto por no tomar ningún gel. Necesito ir al baño
pero lo dejo para el siguiente puesto.
Enfilo hacia el puente de Piedra. Ahí vuelve a estar mi
padre, ha comprado Red Bull y le echo un trago sin pasarme para que no me
suban demasiado las pulsaciones. Una foto de rigor, y seguimos. Va quedando
menos…
A estas alturas de la carrera (km 27) sé que mi objetivo es
acabar como pueda. Desde el km 20 sé que mi ritmo dista mucho de ser los
6km/min iniciales, pero mis piernas están al límite. De hecho, incluso más que
en la Carrera del Ebro.
Tomo la ribera, y cruzo el Ebro por el puente de Hierro. Sexto avituallamiento (km
30). Pierdo un tiempo considerable, entro al baño, estiro, y me encuentro con
el compañero que me sacó ventaja en el km 15.
Intento ponerme en marcha otra vez. Me hace falta réflex,
unas patinadoras me dan un poco algo más adelante.
Cuando quedan 8 km comienzo a
hacer cuentas mentales. 8 x 7 = 56 minutos como mínimo y suponiendo que voy a 7
minutos el km. Esto es eterno y no acaba nunca…
Otra vez a la ribera del Ebro, km 35 y séptimo
avituallamiento. Ya paso de geles y paso de comer, pero sigo bebiendo algo de
agua. Hace rato que no hago caso al pulsómetro, las pulsaciones han
bajado pero los km los cuenta mal, tengo que recalibrarlo…
Pasamos por debajo del puente de Santiago. Tomamos la
Avenida de Ranillas, y cruzo otra vez el Ebro por el puente de la Almozara,
luego pasamos por debajo en dirección hacia la expo. Vuelta a cruzar el río esta
vez por la pasarela del voluntariado, ya la última vez que lo cruzo, giro a la
derecha para tomar Ranillas hasta Valle de Broto. Vuelvo por Ranillas en
dirección a la expo. A estas alturas llevo la boca sequísima, aunque he bebido
en todos los puestos. Antes de la rotonda de las banderas vuelvo a ver a mi
padre. Corre un rato conmigo y me dice “Campeona, ya lo tienes”. Me emociono, y
si no lloro es porque las fuerzas flaquean. El agua del último avituallamiento
del km 40 me sienta genial.
Me recupero, el km 41 llega enseguida y en el 42 me hago una foto, porque vuelve a estar mi padre, que corre a la meta para verme llegar. Sólo quedan 192 metros. No consigo esprintar para adelantar a la chica que llevo delante, pero todo da igual, ya he terminado. Cruzo la meta, suspiro de alivio, lo he conseguido. Soy una finisher. Me duele hasta el alma, pero ya está. Casi ni me lo puedo creer. Tiempo final: 4 horas largas y 53 minutos. No tenía un objetivo más que acabar, dejaremos las marcas para otras ocasiones.
Me recupero, el km 41 llega enseguida y en el 42 me hago una foto, porque vuelve a estar mi padre, que corre a la meta para verme llegar. Sólo quedan 192 metros. No consigo esprintar para adelantar a la chica que llevo delante, pero todo da igual, ya he terminado. Cruzo la meta, suspiro de alivio, lo he conseguido. Soy una finisher. Me duele hasta el alma, pero ya está. Casi ni me lo puedo creer. Tiempo final: 4 horas largas y 53 minutos. No tenía un objetivo más que acabar, dejaremos las marcas para otras ocasiones.
Este triunfo no hubiera sido lo mismo sin mi padre apoyándome. Gracias papá por estar ahí.
Eres una Campeona, consigues todo lo que te propones y tienes la mejor familia del mundo.Estoy segura de que tu padre está orgullosisimo de ti, más que sí hubiera llegado a meta él mismo.
ResponderEliminarEnhorabuena!!!!
No sabes cómo te admiro, Vane. Pero sobre todo, cómo admiro a tu padre y cómo hablas de él. Se agradece muchísimo en esos momentos de "orgullo" lucirte delante de ellos para que no quepan dentro de su cuerpo.
ResponderEliminarYo recuerdo cuando hacía atletismo. Mi padre siempre venía a verme y, lógicamente, me esforzaba muchísimo porque se sintiera orgulloso de mi.
Enhorabuena por conseguirlo y ojalá que hagas muchos más y arrastres a Conchi a alguno :)
Un beso muy fuerte, Miss Carrerillas!
Mucho esfuerzo y emoción. Felicidades Ivy!
ResponderEliminarQ emocionante tu relato guapa, m ha gustado leerte pero más,hablando de tu fan number one, tu papiiii!!!!
ResponderEliminarDe mayor quiero ser como tu campeona :*****
joder Ivy, que valor, que campeona, que atleta y sobretodo que padre tienes!!
ResponderEliminarEnhorabuena guapisima!
A mi tambien me has emocionado mucho! Gracias por compartirlo con nosotras!
ResponderEliminarque emoción.. me ha gustado mucho esta entrada. bsss
ResponderEliminarCOMO MOLASSSSSSSSSS!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarBRAVO! BRAVOOO!!! OLE TU!!!