Ni en pintura me ven más

El sábado pasado quedamos con dos parejas más para cenar en el Centro en un Restaurante de cuyo nombre ni quiero acordarme ni voy a nombrarlo porque mi intención no es darle mala publicidad. Con no ir más me doy por satisfecha.

Anteriormente ya había estado comiendo con mis padres y mis hermanos. No comimos mal pero al salir a punto estuvimos de ir a un McDonald mientras nos sacábamos el puñal.

En Semana Santa del año pasado estuvimos con mis cuñados, las mujeres y los niños, pero esta última vez de tapas. Fue una metedura de pata detrás de otra y dije que no volvería a pisar el sitio y, por supuesto, tampoco ninguno de los que íbamos que salimos más cabreados que una mona.

El caso es que el que organizó la cena del sábado me mandó un mensaje con el sitio y pensé: "Lo mismo ha sido mala suerte, a ver si a la tercera va la vencida".

Si, ha sido la vencida, pero para no volver JAMÁS.

Javi y yo nos encontramos al que organizó la cena en el parking. Acababa de dejar a los otros tres en la puerta del resturante, así que nos fuimos los tres juntos hasta allí. Por el camino le conté que no había tenido muy buena experiencia con el sitio y que a ver si nos iba mejor ese día.

Nada más llegar la primera en la frente. Nos metemos en el restaurante y nos pide el camarero que salgamos que no nos dejan pasar sin reserva.

- Ya tenemos reserva a nombre de Fulanico Fulanoide.

- Un momento, por favor.

Se va y allí nos deja en la puñetera calle pasando más frío que un tonto para comprobar la reserva.

- Efectivamente, hay una reserva a ese nombre pero es para seis personas y hasta que no estén los seis no pueden ustedes entrar.

- Vamos, a ver... Los tres ya están dentro.

- Imposible, imposible, señor, no dejamos entrar si la mesa no está completa.

- Mire usted que los he dejado en la misma puerta del restaurante y si me dice que no están dentro voy a empezar a pensar que los han abducido (aquí ya tuve que soltar una carcajada al ver a mi amigo ya morao xD)

- Imposible, no puede ser, pero voy a comprobarlo.

Cinco minutos después aparece el "toca wevis" después de dar más vueltas que una peonza y con cara de SOYGILIPOLLAS pero no me bajo de la burra dice:

- Ah, pues no sé cómo puede haber pasado pero nunca dejamos entrar si no está la mesa completa. Por favor, ahora esperen en las escaleras del salón hasta que les atiendan.

¿Comorrrrrrrr? ¿Esperar más? Pero si ya saben la mesa...

Bueno, nos sientan de una vez por todas y ¡corramos un tupido velo! A comer!!

Nos traen la carta y todo parecía muy apetecible. Pedimos dos entrantes que nos lo trajeron con media hora de diferencia. Claro es que cortar 6 cachos de queso trae su tiempo y no te digo nada freír la jibia. Yo creo que fueron a pescarla mientras estábamos allí.

Todo por supuesto en un plato enorme con cuatro cachos con los ojos malos. Pero bueno, ya se sabe sitio piji pues paga y calla. No esperes que te pongan una fuente. Nos comimos hasta el último cuscurro de pan de la cesta.

Pedí como primer plato "hojaldre de presa ibérica con salsa de arándanos".

Todo un récord porque desde que lo pedimos hasta que nos lo pusieron pasaron exactamente dos horas de reloj. Mi plato fue servido a las 12:15 de la noche.

Las otras dos chicas también pidieron lo mismo que yo y cuando nos lo pusieron en la mesa nos miramos las tres y empezamos a descojonarnos.

Bueno, no sé cómo describir el "contenido del plato". Una de mis amigas aún está buscando a la presa porque debió fugarse en el camino de la cocina a la mesa. Yo tuve más suerte y dentro del minihojaldre había un filete no mas grande que una tarjeta de crédito ¡Lo juro! No hice fotos porque salí sin bolso y no llevaba la cámara ni el móvil, sino SUS cagáis.

Evidentemente ni pedimos postre. No sólo no quisimos arriesgarnos a pagar 6 euros por un dulce tamaño garbanzo sino porque no quisimos terminar tomándolo de desayuno.

¡Un auténtico desastre! Lo dicho, no voy más.